jueves, 30 de junio de 2011

7.- T.M. Oda a la Naturaleza, a la Vida, y al Amor.-

De mi bolsa saque mi prenda de hechicero, antaño de mi padre, que solo utilizaba en los rituales tauren. Me lo coloque. Era de color blanco por los hombros, y púrpura en la parte inferior.

Luego baje las escaleras blancas hasta la plaza inferior, cubierta por los árboles, y me senté al lado de Amrod, en una zona alta, donde todo el pueblo elfito estaba observando. Muchos chismorreaban, seguramente por estar una bestia ante sus ojos, sentado al lado de los elfos sabios.

Dos elfos mayores se levantaron y anunciaron palabras cantadas. Estaba claro que me encontraba en un rito.

-Esta es la fiesta de la Madre Tierra, algo así como vuestro ritual de Alabanza al Dios de la Tierra. Se realizan dos veces al año, en el Solsticio de Invierno y en el de verano. Sirve para atraer buenas energías a los centros de poder- dijo mi amigo.

Empecé a oler algo que me resultaba familiar. Mis tripas sonaron como los tambores de guerra, y hubo un silencio. Me avergoncé, pues el orador guardó silencio, y me miro. Con un gesto Amrod le hizo continuar.

De repente apareció una hoya enorme en el centro de la plaza, de que salí el olor característico. El orador empezó a pronunciar nombres con un tono imperativo, y empezaron a salir colores, que volaban de un lado a otro, como luces, grandes y pequeñas, como copos de nieve iluminados. Estaba nevando, pero nevaban luces de colores, amarillas, blancas, azules.

-Elwë- (Naturaleza)

-Númenessë- (Vida)

-Mablung- (Verdad)

-Amandil- (Amor)

-Esas luces son nuestros espíritus del Amor, de la Vida y de la Naturaleza-

Esas luces, rojas y naranjas en su mayoría, cayeron sobre mí, y yo moviendo mi mano intentaba apartarlas, pero volvían a mí. –Déjalas. Tienen más derecho que tú ha hacer lo que deseen- dijo Amrod. Pero yo, con disimulo, continuaba espantándolas con mi rabo, hasta que Tinúviel me miro fijamente. –No lo puedo evitar, en el campo espanto las moscas-

Esto no son moscas!-

Entonces empezó a sonar algo, “frecuencia” creo que lo llamaron los Elfos del Sur, que era como música, una música tan aguda y sutil que era capaz de dormir al más agresivo de los guerreros. Entre cerraba mis ojos, cuando la voz de mi amigo me sacó de aquel letargo.

Aún conservaba aquel instrumento con forma de patata aplastada. Y cuando empezó a tocar esas cuerdas, de ellas salió color, a la vez que cantaba algo. Los elfos se arrodillaron en torno a la marmita central, alzaron sus brazos, y parecía como si cada uno se iluminase de un color distinto.

Aun continuaban los copos de nieve de colores sobre mi traje. Volví a notar ese sueño, y me dormí.

Al rato Amrod me zarandeaba. Al despertar, se colocó de pie. -¿No me creo que seas capaz de dormirte en un ritual tauren?- dijo en tono de enojado.

-En nuestros rituales, no existe la música, sino tambores que ensalzan la Pasión, la Ira, y la Guerra. Es imposible dormirse-

Anduvimos por un camino hasta llegar a un gran árbol abierto. Era tan grande como una casa. Entramos dentro de la corteza muerta, y dentro había un gran salón. -¿Por qué me miran así?, no les he atacado, ni les he hecho nada-

-No se trata de lo que hagas, sino de lo que han oído que hacen los Tauren. Saben de mitos-

-Los mitos son ciertos- respondí.

-Si, y ellos se creen esos mitos, de lo contrario no te temerían-

-No me has dicho a donde vamos-. Nos sentamos entre la plebe. Amrod apenas utilizó un sitio, y yo ocupe el de seis, por lo que los elfos tuvieron que correrse en el banco, con lo que tuvieron que mover platos, vasos.

-Lo siento-

Seguidamente, me trajeron a mí solo, un gorrino en una bandeja. –Lo han cazado esta mañana especialmente para ti amigo- dijo Amrod frente a mí. Observe a mi alrededor, y los elfos comen de una manera tan sutil, que no tocan la comida, pareciendo que la llevan en el aire hasta la boca. Son extremadamente limpios.

Me quite el mono de hechicero, guardándolo. –Bueno amigo, no puedo guardar más la compostura, y mucho menos cuando se trata del rito de la comida. Así que, disculpen mis hábitos, pero, necesito cierta libertad para comer-

Amrod, hizo un gesto con las manos a los comensales que estaban a mis lados, para que se retirasen. Algunos incluso se levantaron. Sonreí a mi amigo, y partiendo el gorrino en dos, del que salieron frutas de colores, empecé a devorar la comida. La grasa saltaba a un lado y a otro, por lo que los comensales se retiraron aun más. Amrod guardo silencio, mirándome.

-Nos vamos a “Meriadoc Chubb”-

Un enorme hueso se me atragantó en medio de la garganta, tosí, caí hacia atrás, y levantándome, hundí mi cabeza en una fuente. Cuando saque la cabeza, todos me miraban con aversión, excepto Amrod que reía curioso.

-Campo Verde está muy lejos de aquí- grite. –Hace tiempo que no veo a aquellos enanos peludos-

-Hobbits, no enanos-

-Hobbit- respondí gravemente. -Me ponían nervioso corriendo de un lado a otro como lagartijas, y a más de uno he lanzado el yunque, sin suerte para hundirle en la tierra. Son muy rápidos. ¿Cómo llegaremos?-

-Iremos en un par de “Taurnil Calafalas”- respondió el elfo, dando por hecho que aun quedaban dragones voladores. –Saldremos a primera hora-

-¿Qué es primera hora para un elfo?, ¿Las cuatro de la mañana?- dije enfurecido.

La noche, no fue muy halagüeña. Sueños de espíritus extranjeros me visitaron. Humanos con picas que me rodeaban. Llantos y fuego. Un árbol hendido, viejo y ya muerto. Los espíritus nos hablan, nos acompañan, a veces nos poseen. Viejos amigos muertos, permanecen en espíritu apartados, expectantes, de volver a ver en los guerreros de antaño aun vivos, esa Pasión por la guerra, y ese entendimiento entre razas, que se pierde por la distancia, por los guetos, por el murmullo del agua que erosiona la tierra y la Conciencia, que se Duerme en recuerdos perdidos.

-Maglor Vardamia-. (Bienvenido amigo). -Maeglin Tulcakelumë-. (Ve con Salem).


Cienfuegos...y la imaginación.

A día 30 de Junio de 2011.
A día 04 de la Decimotercera Luna del año -2.

Siguiente Capitulo:
Taurnil Calafalas de Antaño.-

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