jueves, 30 de junio de 2011

6.- T.M. Ciudad Elfica de Oda.-

Los elfos son extraños. No tan extraños como los tauren a ojos de los elfos, dijo una vez su amigo Amrod.

Llegue a un arco, que daba salida a un jardín. Era curioso, porque allí no había nieve, y había entre 20 y 25 grados de temperatura y una humedad del 10%.

Pasee por aquellos lugares, hasta llegar a un gran seto, que ponía algo en elfito. Decidí entrar, y pronto me encontré en un laberinto. Tras un rato perdido, pensé en atravesarlo con mi gran cuerpo, pero eso conllevaba destrozar algo tan bonito, que además no era mío.

Al rato, llegue a una plazoleta, y cuando pise sus baldosas, oí algo que no me gustó nada. Fui a agarrar mi yunque cuando me di cuenta de que no lo tenía. Al darme la vuelta, el corazón se precipitó. Mis recuerdos habían cobrado vida, y ante mí estaba aquel cíclope de seis metros.

No lo pensé. Y emprendí la carrera con toda mí energía hacia aquel monstruo, y saltando hacia sus piernas para derribarle, fue como si lo atravesase, y caí de bruces contra un banco de piedra que destroce.

Entre polvo y trozos de piedra, oí unas risas. Cuando me levante, allí estaba ese elfo burlándose de mí como antaño. –No tiene gracia elfo-, dije levantándome. -¿Qué ha sido eso?-

-Veo que aun piensas y actúas rápido ante tus enemigos-, dijo el elfo sentado en la otra parte de la plazoleta. Cuando me encamine hacia él, fui a colocar mi pezuña en las baldosas, cuando me detuve. Amrod estaba expertamente para que lo hiciese. Retrocedí.

-Vamos amigo, ¿no me digas que tienes miedo de pisar baldosas?- dijo con una sonrisa.

Camine circundando la plataforma. -¿Qué ha sido eso?, ¿Dónde están mis armas?-

-¿Tus armas?, en tu cinturón- dijo acercándose a mi.

Efectivamente tenía mis armas en el cinturón.

Anduvimos uno al lado del otro, alrededor de la zona de baldosas. –Esto es un “Zigurat Elfico”, que consiste en hacer presente recuerdos de nuestra historia. Y está claro que ese recuerdo aun perdura en ti. Eso está bien-

-¿Por eso yo no tenía armas cuando lo he visto?- respondí.

-Por eso mismo. En aquel entonces, en aquel momento, no tenías armas. Prueba otra vez, a ver que surge- dijo Amrod.

-No gracias. Por cierto, en las llanuras, recibí esta cartita-, y le extendí mi mano abierta, ofreciéndosela.

Amrod cogio la carta. La palpó como leyendo lo que había dentro, y seguidamente me la entregó. –Yo no puedo leer esa carta, es para ti-

-Yo no se leer aquello que no está escrito en mi idioma- dije mal humorado.

-Esa carta sí- respondió mi amigo.

-¿Me la abres?- dije sonrojado. –Mis manos enormes solo podrían destrozar esa carta sin abrirla-

Cuando me la entrego, había palabras en tauren, pero la mayoría de ellas no las entendía.

-No se qué dice-

-Entra pues en el Zigurat. Él te lo dirá-

Entre en la zona de baldosas, me senté en Meditación Tauren, y espere. No quería abrir los ojos, para no ver monstruos de antaño.

-Bien venido, viejo amigo- dijo Amrod.

Abrí mis ojos, y al ver lo que ví, saque mi hacha hacia la vestía que hecho a volar. Era superior a mi estirpe. Cuando vemos enemigo a tiro, atacamos sin pensar. –Es una gárgola- grite.

-Falso amigo Tauren, es un Griffo-

-No he luchado contra Griffos-

-Eso es cierto, pero los has conocido- dijo el elfo andando en círculos sobre mi. –Medita. Piensa. Recuerda-

Me levante, y guarde la cartita en un bolsillo. –Es una estupidez. Ya sabes que no me gusta esperar la batalla, y si esta no llega, yo me encamino a ella- dije molesto. Pero cuando fui a salir de aquel lugar, me pare. No sabía la salida. Y al darme la vuelta, mi amigo había desaparecido.

Me encogí de hombros, y escuche un relinchar. Al poco apareció el caballo que se acercó a mí como si nos conociésemos desde siempre. Él consiguió sacarme de aquel laberinto. Y al salir, Amrod nos estaba esperando en un mirador.

Cuando me acerque, observe que las montañas sobre salían de las nueves, que cubrían el cielo como un manto. -¿Recuerdas el peligro del que hablamos antaño y que se desarrollaría en un futuro, amigo Tauren?- dijo el elfo.

Me costó recordar. –Si creo que si-

-Pues es el tiempo amigo- me dijo el elfo, colocando sus dos manos con las palmas de las manos levantadas. Le mire. Amrod Tinúviel, hacía esa señal que solo yo entendía cuando me convidaba en un viaje, o en un trabajo, o incluso en una pelea. Le mire fijamente, y colocando mi mano derecha sobre las suyas, le pregunte -¿A dónde vamos?-


Cienfuegos...y la imaginación.

A día 28 de Juniode 2011.
A día 02 de la Decimotercera Luna del año -2.

Siguiente Capitulo:
Oda a la Naturaleza, la Vida y al Amor.-

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