martes, 31 de mayo de 2011

3.- T.M.- Leñadores de las colinas.-

(Tauren).-

La primera noticia que recibí me la trajo mi buen amigo Torock. Era una extraña carta que apenas veía en mi mano. Y supe que era de un gran amigo de la Gran Guerra de antaño. Cerré el puño, alce la vista, y recogiendo mi escudo alzándolo hasta mi espalda, guardando el yunque en mi cinturón, y agarrando el hacha observe abajo en la llanura un extraño animal, el cual corría rápidamente.

Andando a grandes zancadas me encaminé hacia él. Se paró al verme y seguramente por mi gran tamaño echo a correr alejándose de mí. Solté el hacha en el suelo, y eché la carrera tras el animal, solté el yunque de mi cinturón, y tras mi presa, me quite el escudo de la espalda, para lanzarlo con gran habilidad justo hacia donde el animal corría. Este hizo un quiebro, e hice que él, a mis ojos cervatillo, torciese su carreta hasta un callejón sin salida. Relinchaba al verse atrapado. Y yo me senté frente a él, cerrándole el paso con mi gran cuerpo. Cerré mis ojos, cruce mis brazos, y medité el Tauren.

Caballo, se llamaba aquel precioso animal, que una vez Amrod Tinúviel, el Elfo de las Colinas del Bosque Blanco me enseñase. La bestia ligeramente cansada por la carrera, de repente, cayó fulminado al suelo. Me levante, acercándome a ella, como si me fuese a engañar para escapar, pero esta no se movió y me arrodillé. Estaba herido. Observe la herida, y apenas era profunda. Una lanza, pensé.

-Esa presa, no es presa tuya, bestia inmunda. Aléjate si no quieres morir hoy aquí- dijo una voz rasgada tras de mí.

-Si quisieseis matarme como a un animal, como a este animal, ya lo habríais hecho, y no te dirigirías a mí, con ese sustantivo- respondí colocándome de pie, a la vez que los hombres echaban unos pasos hacia atrás. Un grupo de sucios y mal olientes humanos, soldados, armados con lanzas me observaban.

-No es tuya esa presa- dijo uno bajito.

-Pero si es tuya esa lengua, que gustosamente cortaría con mi hacha si lo tuviese a mano- respondí.

-Pero no lo tienes, y podríamos ensartarte como a ese caballo, con nuestras lanazas- dijo el humano escupiendo. –No nos asustan los Tauren-.

Avance hacia ellos, y echaron otro paso atrás, esta vez levantando sus lanzas y picas. – ¿Pensáis matarme?- gruñí.

Los hombres, sucios con harapos no contestaron. –Bueno, entonces, si pretendéis matarme, ¿Qué pierdo al recoger con una de mis manos a este caballo?-, dije recogiendo a la bestia moribunda, guardándolo bajo mi gran brazo izquierdo.

-Suéltala- gritó con voz profunda el enano que acompañaba a los hombres.

Arrodille la pierna izquierda, colocando mi mano derecha sobre la tierra húmeda que hundió mi puño. Los hombres, sabedores de mitos e historias sobre mi Pueblo Tauren, temblaron, incluso los más espabilados se apartaron un poco de mi trayectoria. No deje de mirarles a los ojos en todo momento, hasta que baje mi cabeza, a la vez que colocaba mis grandes cuernos en posición de ataque, y empecé la Meditación Tauren.

-Deberíamos irnos y decir que la hemos perdido, señor- dijo uno de ellos en susurros.

-No voy a dejar esta presa aquí- le reprocha el humano.

-Entonces, ¿nos preparamos para la batalla con este Tauren?-

Hubo un silencio. Y cuando sentí la presencia de un acercamiento gruñí. Los pasos se pararon, aun que no eran pasos, sino susurros sobre las hojas.

-Suéltala o empezarás una guerra-

-Nom guerra existies. Por el Pueblo Tauren, fiel Aliado de los Pueblos Elfos. Non guerra existiese. Por el Pueblo Tauren, Vita vitaex, nom guerra existies- repito con voz ronca y agresiva, llenando aquel camino sin salida, de los ecos de mis palabras.

El enano se echo hacia atrás, soltando su hacha.

-¿Qué ocurre?- dijo el humano al enano.

-Lo siento pero no puedo tomar parte en esto, ni yo ni mis soldados- dijo el enano.

-¿Nos estas abandonando? Habéis hecho honor a nuestro rey-

-Si honor a un rey para luchar con él de la mano, pero no para enfrentarnos contra Soldados de la Gran Guerra - y tras coger su hacha, dio ordenes a sus compañeros y abandonaron el lugar, dejando allí solos a un caballo agonizantes, un Tauren, y un grupo de humanos temerosos.

El hombre me miro, más bien a mis cuernos, cuando yo me preparaba para el impulso. Fue a decirme algo cuando gruñí y le dije –Humano del mal, de la muerte y de la deshonra, aparta del camino de este Tauren enfurecido por vuestros actos, o quedad tendidos en el suelo suplicando piedad-.

Acto segundo, emprendí la carrera, y aun que varios de los hombres se apartaron, un puñado de cinco hombres fueron los destinatarios del impacto atronador y ensalzado por el eco, de sus cráneos y cuerpos, contra mis cuernos, mi casco, y mi puño derecho. Corriendo como un Tauren, fui a recuperar mi escudo, y mi yunque, y mi hacha. Y cuando me gire el grupo de humanos, emprendieron mi persecución.

Mire al caballo, y le susurre –Tranquilo amigo, los Elfos de las Montañas Blancas sabrán como darte otra vez la vida-, y emprendí camino hacia las nieves.


Cienfuegos...y la imaginación.


(Tierras de Mitos).-
A día 31 de Mayo de 2011.
A día 02 de la Duodécima Luna del año -2.

Siguiente Capitulo:
Tauren en Tierras Blancas.-

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